La luz se quedó fuera.
No pudieron o no quisieron dejarla entrar, no se sabe.
El hecho: la luz se quedó fuera.
A esa luz aporreando el cristal, la llamaré reflejo.
Madrid, lugar inesperado. Grata sorpresa a la que no acabo de acostumbrarme. Ciudad homogénea, sólida y donde los descubrimientos se hacen poco a poco.
Semana Santa: a primera hora de la tarde, las calles desiertas y las iglesias comienzan a llenarse para celebrar la Semana Santa. Dentro de la iglesia, señoras con joyas. Hombres bien vestidos. Niñas con lazos.
Fuera, después de los oficios, la gente empieza a agruparse en las calles donde pasará la procesión. Muchos quieren ver a la virgen.
Poco a poco, me voy alejando de la gente. Siguen a mi alrededor pero solo me fijo en algún anciano desprevenido, el hombre invisible de la Plaza Mayor. Prefiero – me llaman – los detalles de las fachadas, los cambios de luz del atardecer que se acerca, los primeros brotes de la primavera. Una sombra efímera en el cristal perfecto y pulido.
De pronto, un árbol naranja en una calle mirándome de frente, como una pequeña llama encendida en mitad de la indiferencia buscando arder para llenarlo todo de luz. Mirándome y pidiéndome una foto. Obedezco.
Ahora ya en casa lo miro. Lo transformo. Lo miento. Para que lo veáis tan fugaz y tan iluminador como yo lo he visto en esa fracción de segundo.

Porque de eso, de la búsqueda, la pasión, el descubrimiento y el chispazo de fuego, trata este oficio. Y el paseo y el camino.

El horror en mitad de una selva, una selva que puede estar en cualquier sitio o ser cualquier bosque, porque nos acompaña siempre. Las partes tenebrosas del corazón se descubren cuando hay otras iluminadas.
Conocemos a Kurtz a través de Marlow y a Marlow a través del narrador que observa.
Dónde está la verdad.
Caminamos entre fango y ríos y plantas que asfixian y nos preguntamos quién protagoniza esta historia, si la palabra o la naturaleza.
Dónde está el corazón más allá de la oscuridad.
Son otros los que, en mitad de la noche, vienen con velas y antorchas e iluminan en lo oculto buscando un rastro humano.
y de pronto aparecieron dos mirando al mismo sitio en mitad del camino.
Real Jardín Botánico, Madrid


Llevo casi un mes intentando acabar el libro To The Lighthouse, de Virginia Woolf. En inglés. Pura descripción, escritura experimental y stream of consciousness. Interesante, pero agotador.
Estaba ya a punto de renunciar cuando Judith me propuso ir a Blackpool, a una hora de Manchester, cerca del mar.