Distancia

El color que no existe se crea y se mueve en la distancia. Cuando te acercas, son solo rayas y finos trocitos de plástico que llegan a abrumar si pegas tu nariz al cuadro. Te alejas y todo parece más coherente pero indefinible. No me atrevería a decir de qué color es este cuadro de Cruz-Diez.

Así le pasaba a Verónica con ciertas personas. A veces no sabía decir qué le gustaba en concreto ni qué le desagraba, solo guardaba la impresión grabada de una sensación, un efecto de conjunto. Cuando intentaba acercarse y entender de qué estaba hecho el otro, cada raya, cada plastiquito que sobresalía del cuadro, le agobiaba. Conocer a alguien era una tarea agotadora. Tenía que forzar la vista, eliminar el efecto embriagador para ver cada rasgo del cuadro tal cual era. Entonces se alejaba. En la distancia todo parecía más armónico: “no sé qué es esto, pero todo está en orden”. Verónica, por tanto, siempre mantenía una distancia prudencial e iba mirando las cosas desde distintas perspectivas para explorar sus sensaciones, como los cuadros de colores variables de Cruz-Diez. Pero jamás se atrevía a mirar uno de cerca. Temía volverse loca. No entendía nada. El arte es otra cosa, se decía Verónica, no sé qué pero otra cosa, algo más que rayitas y trocitos de plástico.

Cruz Diez, Induction Chromatique serie Jorge Antonio A, 2011

Carlos Cruz – Diez. Hasta noviembre en la Galería Cayón, Madrid

Advertisement