Aquel atardecer junto al Vaticano.
La luz púrpura y el pájaro se posó en el árbol.
El murmullo de las oraciones de las monjas.
Roma parecía tan quieta, tan callada.
La poderosa cúpula me cobija
cuando me enredo en las ramas
hiriéndome las alas
que a veces sangran.
La imagen del recuerdo de aquella paz
me eleva en corriente de aire
como nube o pájaro ligero
como oración materna susurrada al viento.
Me llevan,
la imagen y el alma,
hasta Roma eterna
Roma iluminada
Roma quieta
Roma casa
Roma madre
Roma dulce
Roma paloma blanca
que sana mi herida.
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