Había una señora de la alta sociedad que se había adjudicado la misión educativa de dar un golpecito rápido y firme en la mano derecha de su hija en público cuando en los cócteles la niña iba a tomar su cuarto canapé; también le gustaba sonreír aunque nadie la mirara, por si algún rico se cruzaba de pronto y advertía algo en su sonrisa – ese algo que acabara en matrimonio o líos de faldas o, “¡por favor! ¡cualquier cosa!” que la distrajera de su aburrida vida de madre-que-reprende-en-los-cócteles-de-la-alta-sociedad.
Me quedo con ganas de más!! Anda, por fi, haz que pase algo…