
Creo que para Alan Berliner el ritmo es fundamental.
El sonido.
Los tiempos.
Los recortes.
Los recuerdos.
Las rendijas.
Los relojes.
El tic tac de las agujas del reloj sobre la mesilla que marcan los segundos, lentos, lentos, lentos, pesados, tibios, como los párpados a punto de cerrarse en
Wide Awake.

Fotograma de Wide Awake
Son fragmentos de recuerdos, del pasado, de las fotografías viejas y olvidadas en alguna bolsa de plástico que alguien decidió tirar, en algún mercado de la memoria.
Es esa idea (atrevámonos a llamarla postmoderna) del collage, de la re-construcción frente a la construcción, de la copia frente al original, del metraje encontrado por azar. El azar como parte de la película, como un elemento más. Esto podría hacernos pensar en el género documental. En el caso deBerliner no es que atrape la situación imprevista, sino que es un azar “constitutivo”, si puede llamarse así, fundamental, intrínseco a la obra, porque se nutre de un material no ideado por el artista sino hallado en cualquier lugar y reciclado para sus propósitos.
Trabaja con fotografías, periódicos, vídeos, chinchetas, tornillos, cartulinas, como un artesano, como un niño que pinta, recorta y pega. Se podría decir que Berliner toma una materia inerte y la dota de significado, de vida, a través de la composición, de la yuxtaposición, del contraste, del diálogo entre imágenes.
Como en una pieza musical.
Como en el lenguaje.
Juega.
Experimenta.
La obra de Berliner es rápida, directa, profundamente emotiva y muy divertida. Una de las críticas que se hace a algunos artistas contemporáneos es que han perdido su capacidad de conectar con el público. Berliner sabe contar historias, es capaz de hacer de un problema personal una reflexión universal.
Le conocí el año pasado, en su estudio. Creo que en Berliner, el entorno en el que trabaja, su proceso de creación y la obra final son inseparables. Por eso en sus películas se desgañita tratando de explicar al espectador continuamente cómo hace las cosas, frente a la cámara. Da la vuelta a la cámara y se mira a sí mismo, al proceso. Sus obras son pura edición. El medio. La materia de la que están hechas las cosas. Son esenciales en Berliner. Y quizá también en la vida.